“Y la tierra no había sospechado que lo más
importante que en ella había era la espera de los que esperaban. La tierra,
aturdida por el vano y confuso ruido de sus guerras y de sus discordias, no
había notado que una cosa importante se realizaba en su superficie; y esta cosa
importante era el silencio de los que esperaban en la solemnidad profunda del
deseo. La tierra no sabía estas cosas; y si volvieran a suceder hoy, tampoco
las sabría”.
(E.
Hello, Fisonomía de Santos: Simeón y Ana la Profetisa).