Era ya
la tarde y estaban las nubes
perfiladas
de rayos de sol,
cuando
iba el buen lego, con su cantarillo,
por la
veredica bendiciendo a Dios.
El
misterio grave de la hora dorada,
lleno
de agrio aroma de prados en flor,
se le
entró en el alma, llenándola toda
con su
turbación.
Se
sintió pequeño, como aquel polvillo
donde
iba posando su planta. . . Y pensó:
“¿Qué
haré yo, granito de polvo en el mundo,
por ser
grato a los ojos de Dios?”
Fray
Andrés disciplina su cuerpo
sin
tenerle piedad. Fray Zenón
atruena
el convento cantando maitines
con
hermosa voz.
Fray
Tomás se pasa las horas inmóvil,
levantado
en arrobos de amor,
y ni
advierte las tres campanadas
con que
la campana llama a colación. ..
Al lado
de aquellos excelsos varones,
¿qué
hará el buen leguito por ser grato a Dios?
Y con
santa envidia murmuran sus labios:
“¡ Fray
Andrés! ¡ Fray Tomás! ¡Fray Zenón!”
Y sus
ojos, buscando respuesta
para
aquellas dudas de su corazón,
se
hunden en la tarde que muere,
sangrando
los últimos rayos bermejos del sol.
Todo es
paz y orden. Unos tordos vuelan
con
pausados giros. Camina un pastor.
Gime
una carreta. Corre un arroyuelo.
¡Todo
deletrea como una oración!
¡La
oración de las cosas sencillas
que
obedecen humildes a Dios!
Y el
buen lego descifra en su alma
la
revelación
del
arroyo, los prados, las flores,
las
nubes, las hojas, las aves y el sol...
¡Todo
cumple su fin mansamente!
¡Todo
sigue un mandato de amor!
¡El
llano lo mismo que el pico empinado,
que no
está por eso más cerca de Dios!
Y el
buen frailecito siente que en el alma
se le
ha entrado un rayo, muy claro, de sol.
De
pronto, recuerda que es tarde y ya es hora
de
limpiar los platos de la colación.
Y apretando
el paso, con simple alegría,
corre
que te corre. .. ¿Qué más oración
que el
ir mansamente por la veredica,
con el
cantarillo, bendiciendo a Dios?
José María Pemán