“Dios habla también al hombre en los nubarrones de las cumbres, el rugido de los torrentes, en la pendiente abrupta de los desfiladeros, en el esplendor deslumbrante de las nieves eternas, en los charcos que tiñe de sangre el sol en el ocaso, en el viento que desnuda a los árboles. La naturaleza respira la omnipotencia de Dios, sonríe en el gozo de Dios, se esconde de su cólera y, al mismo tiempo, sonríe a aquél que es eternamente joven, con la sonrisa de su propia juventud. Porque el espíritu de Dios, del que vive la naturaleza, es un espíritu eternamente joven, que se renueva incansablemente, un espíritu igualmente fecundo en la nieve y en la lluvia y en la niebla, porque de éstas procede la vida, brota la esperanza y se renuevan millares de veces todas las prerrogativas de la juventud”.
Beato Contardo Ferrini (1859-1902)
Beato Contardo Ferrini (1859-1902)