“Me gozo en las obras de tus manos”

Salmo 91, 5.

miércoles, 9 de junio de 2010

CONSEJO Y DESPEDIDA


CONSEJO Y DESPEDIDA
que le da San Ignacio a San Francisco Javier antes de partir para las Indias. Incluido en El Divino Impaciente, poema dramático en verso.


JAVIER
(Arrodillándose ante el P. Ignacio)
Sólo quiero
que me déis, por despedida,
la bendición y el consejo.

P. IGNACIO
Yo te bendigo, Javier:
que Dios bendiga tus hechos.
(Pausa. Alza los ojos un instante al cielo)
A grandes empresas vas
y no hay peligro más cierto
que este de que, arrebatado
por el afán del suceso,
se te derrame por fuera
lo que debes guardar dentro.
La vida interior importa
más que los actos externos;
no hay obra que valga nada
si no es del amor reflejo.
La rosa quiere cogollo
donde se agarren sus pétalos.
Pídele a Dios cada día
oprobios y menosprecios,
que a la gloria, aun siendo gloria
por Cristo, le tengo miedo.
No te acuestes una noche
sin tener algún momento
meditación de la muerte
y el juicio, que a lo que entiendo,
dormir sobre la esperanza
de estos hondos pensamientos
importa más que tener
por almohada, piedra o leño.
Cada mañana tendrás
con la Señora, algún tierno
coloquio, donde le digas
esos dolores secretos
que a la Madre se le dicen
de modo más desenvuelto
que no al Padre, que por ser
el Padre, da más respeto.
Mézclame, de vez en cuando,
en el trabajo requiebros
y jaculatorias breves,
que lo perfuman de incienso.
Ni el rezo estorba al trabajo,
ni el trabajo estorba al rezo.
Trenzando juncos y mimbres
se pueden labrar, a un tiempo,
para la tierra un cestillo
y un rosario para el cielo.
Escríbeme, por menudo,
tus andanzas y sucesos:
ni los agrandes por vano,
ni los calles por modesto;
que de Dios serán las glorias
y tuyos solos los yerros
(Con honda emoción, poniendo
sus manos sobre la cabeza de Javier.)
Piensa que ya en esta vida
no volveremos a vernos.
Te emplazo para la gloria,
que para los dos la espero,
por la bondad del Señor,
que no por méritos nuestros.
Mientras tanto, Javier mío,
porque no nos separemos,
llévame en tu corazón,
que en mi corazón te llevo.

José María Pemán

LA GLORIA DE DIOS EN LA CREACION


Salmo 8 - La gloria de Dios en la Creación


¡Oh Dios, Señor nuestro,
cuán admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Tú, cuya gloria cantan los cielos,
te has preparado la alabanza
de la boca de los pequeños y de los lactantes,
para confundir a tus enemigos
y hacer callar
al adversario y al perseguidor.

Cuando contemplo tus cielos,
hechura de tus dedos,
la luna y las estrellas
que Tú pusiste en su lugar...
¿Qué es el hombre para que Tú lo recuerdes,
o el hijo del hombre para que te ocupes de él?

Tú lo creaste poco inferior a Dios,
le ornaste de gloria y de honor.
Le diste poder sobre las obras de tus manos,
y todo lo pusiste bajo sus pies:
Las ovejas y los bueyes todos,
y aun las bestias salvajes,
las aves del cielo y los peces del mar,
y cuanto surca las sendas del agua.

¡Oh Dios, Señor nuestro,
cuán admirable es tu Nombre en toda la tierra!

ASCENSION


“La técnica turística ha instalado hoy grandes teleféricos que permiten alcanzar, en pocos minutos y sin esfuerzo, algunas de las más elevadas cumbres. Sin embargo, creo que media entre la contemplación panorámica así alcanzada y la del que la ganó por su propio esfuerzo la misma diferencia que separa la fotografía de la realidad. El caminante que vence una alta cima se ha comprometido en la montaña, y la montaña, en cierto modo, se ha hecho suya. Se trata justamente de esas nociones complementarias de engagement (compromiso) y de apprivoisement (domesticación) a que me he referido. En la aventura de una ascensión de montaña, cada perspectiva ganada, cada nuevo plano de horizonte, cada riesgo y cada conquista, crea lazos vivos entre montaña y caminante hasta que, en el último esfuerzo, el viento impaciente de las cumbres rinde al contemplador esa especie de plenitud en que el panorama final se hace, más que contemplación pura, vivencia y aun creación personal.

Rafael Gambra – “El silencio de Dios”

jueves, 3 de junio de 2010

CORPUS CHRISTI


Adoro te devote, latens Deitas,

quae sub his figuris vere latitas:

tibi se cor meum totum subjicit,

quia te contemplans totum deficit.