“Me gozo en las obras de tus manos”

Salmo 91, 5.

martes, 23 de diciembre de 2014

Navidad



Antonio Lucio Vivaldi: Gloria in Excelsis in C major, (RV 588)


Handel Messiah (Christmas Portion) - Robert Shaw and Atlanta Symphony Orchestra & Chorus


Alessandro Scarlatti - Christmas Cantata


R.Strauss Rosenkavalier Suite


Silencio


Kojo no Tsuki (Moon over the ruined castle)


miércoles, 17 de diciembre de 2014

La espera




“Y la tierra no había sospechado que lo más importante que en ella había era la espera de los que esperaban. La tierra, aturdida por el vano y confuso ruido de sus guerras y de sus discordias, no había notado que una cosa importante se realizaba en su superficie; y esta cosa importante era el silencio de los que esperaban en la solemnidad profunda del deseo. La tierra no sabía estas cosas; y si volvieran a suceder hoy, tampoco las sabría”.


(E. Hello, Fisonomía de Santos: Simeón y Ana la Profetisa).

Hobbit walking song - Tolkien



Los caminos siguen avanzando,
sobre rocas y bajo árboles,
por cuevas donde el sol no brilla,
por arroyos que el mar no encuentran,
sobre las nieves que el invierno siembra,
y entre las flores alegres de junio,
sobre la hierba y sobre la piedra,
bajo los montes a la luz de la luna.

Los caminos siguen avanzando
bajo las nubes, y las estrellas,
pero los pies que han echado a andar
regresan por fin al hogar lejano.
Los ojos que fuegos y espadas han visto,
y horrores en salones de piedra,
miran por fin las praderas verdes,
colinas y árboles conocidos.

Roads go ever ever on,
Over rock and under tree,
By caves where never sun has shone,
By streams that never find the sea;
Over snow by winter sown,
And through the merry flowers of June,
Over grass and over stone,
And under mountains in the moon.

Roads go ever ever on
Under cloud and under star,
Yet feet that wandering have gone
Turn at last to home afar.
Eyes that fire and sword have seen
And horror in the halls of stone
Look at last on meadows green
And trees and hills they long have known.

Bilbo en The Hobbit, 19

ARVO PART - "Spiegel im Spiegel'


jueves, 23 de octubre de 2014

NTRA. SRA. DE LA DIVINA PROVIDENCIA



HIMNO A LA DIVINA PROVIDENCIA





Mano divina, sacra y admirable
del Ser eterno, que con modo sabio
mueves del globo la pesada mole
sobre el sol mismo sin ningún trabajo.
Omnipotente MANO a cuyo impulso
obedecen los vientos y los rayos,
su ímpetu el mar detiene, y las estrellas
giran con los planetas y los astros:
MANO augusta de Fuerte que mantienes
a tus leyes sujeto lo que has criado,
con tanta perfección y con tal orden
cuanto los hombres todos admiramos;
¿Qué mortal es capaz, qué inteligencia
de las que en torno vuelan a tu lado,
de conocer tus altas providencias,
ni penetrar tus íntimos arcanos?
¿Quién alzar osará de tu grandeza
la extremidad del velo sacrosanto,
ni el gabinete oculto de tus obras
registrará blasfemo y temerario?
Tú divides benéfica los tiempos
en estaciones, distinguiendo el año,
y los rigores del invierno triste
compensas liberal en el verano.
Tú en verde caña cuajas la mazorca,
tu doras las espigas en el campo,
tú las frutas endulzas y tu vistes
de esmeraldas los montes y los prados.
Tú haces que entre las peñas se cultive
la plata, el oro, el hierro y el estaño,
y allí le das los brillos y reflejos
al rubí, al amatista y al topacio.
Tú abrigas al cordero con su lana,
tu armas la garra del feroz leopardo,
tú pintas al alegre pajarillo
de plumas mil y de colores varios.
Tú haces vivan gustosos en las ondas
el delfín, tiburón y ballenato
y en los cristales de la mar cerúlea
del pez mantienes número tan basto.
Tú... pero ¡adónde voy! ¡será posible
que atrevido, soberbio e insensato
presuma referir tus maravillas
ni señalar las obras de tu MANO?
Tú eres el Dios eterno, incomprensible;
la bondad suma, Santo, Santo, Santo,
fuente de la piedad y la dulzura,
y el absoluto dueño de lo criado.
Tú me criaste, Señor, tú eres mi Padre,
aún antes de existir ya me has amado,
a ti debo la vida que respiro
y este renglón lo escribo por tu agrado.
¡Oh Fe divina, luz que me consuelas!
¡Oh religión iluminante rayo
de la deidad sagrada que me animas
en mis mayores penas y trabajos!
¿Conque tú eres mi Padre, Oh Dios eterno,
mi Criador, Redentor y único amparo,
y vela sobre mí constantemente
tu cariñoso amor y tu cuidado?
Sí, mi Dios, es verdad, yo lo conozco,
y cuanto a agradecértelo no basto,
entonará tus dignas alabanzas
mi ronca voz, mi bulbuciente labio.
Tú de la nada al ser me condujiste
por un efecto de tu amor sagrado,
y por el mismo de tu Santa Iglesia
quisiste que naciera en el regazo.
Si repaso mi vida, la contemplo
rodeado de enemigos inhumanos,
como la navecilla que agitada
lucha en las ondas con los vientos bravos.
¿Cuántas veces la saña de algún toro,
el ímpetu indomable de un caballo,
o ya de mi enemigo la venganza,
pudo darme la muerte sin pensarlo?
¿Cuántas veces?... mas ¡ay! yo me fatigue
recordando mis riesgos, yo me canso:
baste solo decir que de ellos libre
he sido por la fuerza de tu brazo.
Así lo reconozco agradecido;´
Tú todo lo dispones, no hay acaso,
Tu Providencia adoro, todo se hace
o con tu permisión o tu mandato.
Pues siendo esta verdad tan infalible,
si sé que todo viene de tu MANO,
y que me amas, Señor, ¿por qué motivo
en las adversidades yo me abato?
¿Por qué hacia el mundo solamente miro,
y mi débil espíritu lo arrastro,
si eres mi Protector y mi refugio,
y en ti mis ansias hallarán descanso?
Huyan lejos de mí las aflicciones,
la congoja, el temor y sobresalto,
si se levanta el Todopoderoso
en mi defensa de su trono sacro.
Si a mi lado se pone el Invencible,
y su escudo me cubre soberano,
no temeré mil males, pues seguro
estaré siempre de que hagan daño.
Desplómense los cielos de sus ejes,
trastórnense los montes y peñascos,
vuélquese el mar, inflámense los vientos,
y negra tempestad vomiten rayos.
Yo todo lo veré tranquilamente,
impertérrito siempre y sin espanto,
si me hacen sombra las sagradas alas
de tu misericordia, Padre amado.
Me reiré de los fraudes y tropiezos
que pretendía ponerme el hombre malo;
porque si tú me ayudas, fácilmente
yo desharé sus redes y sus lazos.
Más si por mis pecados tu quisieres
que padezca en la cama los asaltos
de cruel enfermedad, o la pobreza
me devore con lánguidos atrasos:
Si quieres, Padre, sufra los rigores
ya de la esposa infiel, del hijo ingrato,
del enemigo cruel, del vil amigo,
del pérfido traidor, del mal hermano.
Si quieres me atropelle la calumnia
y que mi honor le mire vulnerado
que una triste prisión, o que la muerte
den fin a un infeliz, ¿he de rehusarlo?
De ninguna manera: antes mi gusto
conformaré contento a tu mandato
solo te pido me des esfuerzo
para apurar un cáliz tan amargo.
Sí, castiga, Señor, mis desconciertos,
pero alienta mi espíritu postrado,
y ya fortalecido con tu ayuda
me arrojaré confiado entre tus brazos.
Sí, yo confesaré que los castigos
son voces del pastor a su rebaño,
y si das el azote como Padre,
no os puede menos que doler la MANO.
Castígame, Señor, no me abandones,
redúceme al redil a latigazos,
pues si yo te ofendí, ¿con qué derecho
me pretendo eximir de los trabajos?
Dame resignación y vengan penas,
mi espíritu avalora desmayado,
y entonces las miserias y dolores
me serán apreciables, suaves, gratos.
En fin, quema, Señor, aquí castiga,
oprime, corta y hazme mil pedazos...
Hic ure, hic seca, ut in aeternum parcas,
como allá me perdones, Padre amado.

LOS ESCONDIDOS – JOHN HENRY NEWMAN


Ocultos están los santos de Dios;
No hay alto signo angélico que los atestigüe;
Ni vestes delicadas, ni imperiales
Cetros de oro que los señalen
Como ministros divinos.
No es suyo sino el aire sin dueño,
La hierba de la tierra madre,
Y el benévolo sonreír del sol;
Cristo erige su trono en el corazón secreto,
Lejos del mundo arrogante.

Ellos resplandecen en medio de la noche;
Nieblas heladas se arrastran enturbiando
El rayo del cielo;
La fama celebra el tiempo, la vieja historia
Amaña su luz remedando el día
En vano.
El aspecto grave, la voz fuerte y el poder
De la razón forjando su consabida senda.
Ciegos personajes! No nos ayudan a encontrar a Cristo
Y a su estirpe principesca.

Sin embargo, no están del todo ocultos
Para aquellos que procuran ver;
Bajo su empañado aparecer de tierra
Sin saberlo hacen brillar destellos
Que revelan su origen forjado en el cielo.
Mansedumbre, amor, paciencia, la serena
Confianza de la fe, y el alumbrado
Gozo del alma que dispone
La danza remansada
Del corazón que prueba su poder sobre sí mismo
En la hora del orgullo.

Estos son los pocos escogidos,
El fruto remanente de la gracia
Esparcida con largueza.
Dios siembra en el desierto
Para cosechar a quienes conociera
Entre la fría raza de los hombres;
Sabiendo de perversas voluntades
En su claro ver de tiempo
Y espacio sin fronteras
Espera, con la pobre respuesta a los tesoros
Regalados, llenar los tronos en el cielo.

¡Señor! ¿Quién puede sino Tú desentrañar
La contienda oscura entre el hechizo
Del pecado que esclaviza el alma
Y tu Espíritu afilado, que se apaga y que revive?
¿O quién puede decir
Por qué el sello del perdón se fija
Seguro en la frente de David,
Por qué cayeron Dimas y Saúl?
Oh, para que nuestros corazones frágiles
No se quiebren al templarse
Socórrenos por tu misericordia!


Horsepath    Septiembre de 1829

Traducción de Jorge N. Ferro

NIÑOS



















miércoles, 13 de agosto de 2014

El cielo y las estrellas




“Y la mayor consolación que recibía era mirar el cielo y las estrellas, lo cual hacía muchas veces y por mucho espacio, porque con aquello sentía en sí un muy grande esfuerzo para servir a nuestro Señor”.

San Ignacio de Loyola, El relato del peregrino.



“Ansí me hallaba una noche
contemplando las estrellas,
que le parecen más bellas
cuanto uno es más desgraciao
y que Dios las haiga criao
para consolarse en ellas.”


José Hernández, Martín Fierro, I, IX, 1445-1450

sábado, 9 de agosto de 2014

El caminante





La belleza del mundo me ha entristecido.
Esta belleza que pasará.

A veces mi corazón se ha sacudido con gran alegría
al ver una ardilla saltar en un árbol, 
o una mariquita roja sobre un tallo. 

O pequeños conejos en un campo al atardecer,
iluminado por un sol oblicuo.

O alguna colina verde, donde las sombras se amontonan,
alguna colina tranquila,
donde un montañés ha sembrado, y pronto cosechará,
cerca de las puertas del Cielo.

O pequeños niños con los pies descalzos
sobre las arenas de alguna bajamar,
o jugando en las calles
de los pueblitos de Connacht.
 
Cosas jóvenes y felices.

Y entonces mi corazón me ha dicho:
Esas cosas pasarán,
pasarán y cambiarán,
morirán y ya no serán más.

Cosas brillantes, y verdes.
Cosas jóvenes, y felices.

Y he seguido mi camino, apenado.

Pádraig Pearse



martes, 15 de julio de 2014

Rezar en el bosque





“Sin embargo, casi todos los días, visitase o no las familias del lugar, hacía por la tarde una pequeña excursión por la campiña. Se aprovechaba también de ella para orar, ya levantando el corazón a Dios, ya con el rezo del breviario. Procuraba siempre decir alguna palabra a los que trabajaban en los campos, y con el rosario en la mano, metíase en los tortuosos senderos que cruzaban por entre las espesuras de tilos. Su alma mística estaba hambrienta de soledad y de paz. En medio de aquella encantadora naturaleza, su pecho, acostumbrado a los puros efluvios de las brisas, se dilataba a su gusto. ¡Ah! Hacía bien en disfrutar; se acercaba el tiempo en que no tendría ni una hora de reposo, y viviría como entre paredes, sin la frescura del aire ni el calor del sol. Su mayor satisfacción, se ha dicho de este nuevo Francisco de Asís, era rezar en el bosque. Solo allí con su Dios, contemplaba sus grandezas y se servía de todo, aun del canto de las aves, para elevarse hasta El”.

“El Cura de Ars”, por Francis Trochu.


Gabriel Fauré: Élégie in C minor Op. 24


La obra de Peter Barker (Inglaterra, 1954)















Gabriel Fauré - Pavane, Op. 50