“Me gozo en las obras de tus manos”

Salmo 91, 5.

sábado, 12 de diciembre de 2015





“Y sembrar semillas siempre se puede, aunque no sea más que sembrar verdades. Claro que cuando hay sequía, eso importa sacrificio, a veces se siembra con una especie de terquedad, con una especie de desesperación, se siembra con amargura, llorando, como dice la Biblia; se tiene la impresión de estar malgastando las semillas, las fuerzas y la vid. Pero es la ley de la vida, no la tenemos más que para gastarla. Como les dije en la otra conferencia, todos los caminos de esta vida, por más vueltas que den, confluyen invisiblemente hacia una palabra terrible, pero ungida con las promesas divinas, que es sacrificio. Y el sacrificio es no solamente posible sino hasta gozoso cuando está inspirado por un verdadero Amor.”

Padre Castellani. Recetas y problemas, “San Agustín y Nosotros”.

Via Matris



Via Matris
(La Santísima Virgen vuelve desde el Sepulcro a su casa, Via Crucis Desandado)
por L.C. Flores Mateos, S.J.

El alba




El bosque secreto



"El bosque es secreto no solamente en el sentido de que esconde, sino también en el sentido de que al esconder protege".


Ernst Jünger, “Los titanes venideros”.

En los bosques solitarios




“Y su mayor felicidad, durante el verano en el campo, era irse a los bosques solitarios”.


M.M. Philipon, O.P. , sobre Sor Isabel de la Trinidad.

La sencillez es todo




martes, 25 de agosto de 2015

ENVÍO





A ti, fiel camarada, que padeces
el cerco del olvido atormentado;
a ti que gimes sin oír al lado
aquella voz segura de otras veces:

te envío mi dolor. Si desfalleces
del acoso de todos, y cansado
 ves tu afán como un verso malogrado:
bebamos juntos en las mismas heces.

En tu propio solar, quedaste fuera,
del orbe de tus sueños hacen criba.
Pero, allí donde estés, cree y espera.

El cielo es limpio y en sus bordes liba
claros vinos del alba, primavera.
Pon arriba tus ojos, siempre arriba.

ANGEL MARÍA PASCUAL
 (Pamplona 1911 - 1947)


miércoles, 22 de julio de 2015

RESIGNACIÓN





¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad;
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad!.

¡Qué triste es mi caminar!...
Llevo en el pecho escondido
un gemido de pesar,
y en mis labios un cantar
para esconder mi gemido.

Tú sólo, Dios y Señor,
Tú, que por amor me hieres;
Tú, que con inmenso amor,
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres,

Tú sólo lo has de saber;
que sólo quiero contar
mi secreto padecer
a quien lo ha de comprender
y lo puede consolar.

 ¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad,
porque pones con amor,
sobre espinas de dolor,
rosas de conformidad!...

miércoles, 10 de junio de 2015

Dios dentro de sí




“El que de verdad ama a Dios, no tiene necesidad de buscar a Dios fuera de sí, porque dentro de sí le hallará siempre que le busque; porque fuera del común modo de estar en todas las criaturas por esencia, presencia y potencia, le tiene en sí como en su cielo, que cielo es y gloria del Esposo la ánima del varón justo.
Pues si tienes verdaderamente a solo Dios y a solo El miras y amas y a ti y a todas las cosas por El, nadie en el mundo te podrá ser impedimento…Y no basta pensar en Dios en este ejercicio, porque luego que ese pensamiento se acabare te hallarías solo y apartado de Dios, sino que es necesario tener a Dios (si así se puede decir), esenciado, fijo y entrañado en el corazón; quiero decir: hecho ánima del ánima y esencia de nuestra esencia.
El que de esta manera vive, siempre halla en sí una simple, amorosa y continua propensión a Dios”.


Fray Juan de los Ángeles – Conquista del Reino de Dios, Diál. X, pf. XIII.

El viaje – Ernest Hello




I

Con frecuencia se ha comparado la vida con un viaje; no por ser añeja, ha dejado la comparación de ser justa.
La ilusión del deseo siéntese viajando más que en cualesquiera otras ocasiones. Durante el viaje, el hombre que desea y reflexiona acerca de su deseo, cae, si quiere, en flagrante delito de ilusión.
Estando en París, no se quisiera, ni aun cuando fuese cosa po­sible, suprimir el camino y llegar sin viaje al término del viaje. Se quiere, como la paloma de la Fontaine, ver...
¿Ver, qué?
No sé nada de eso, ni vosotros tampoco.
Si una cosa existiera acá abajo que valiese de por sí la pena de ser buscada por sí misma, esa cosa dispensaría de buscar otras y pondría fin al viaje del hombre. Pero yo no conozco cosa semejante, ni vosotros tampoco.
Así, en París, el hombre que se dispone a partir acaricia la idea de su viaje y no quisiera haber llegado ya a su término. Durante el camino, espera ver.
En cuanto ha subido al ferrocarril, habitualmente, echa de me­nos la diligencia de antaño, la vista de los caballos, la voz del pos­tillón, etc.
Si el ferrocarril le abandona en mitad de su camino, y si ter­mina la ruta en un carruaje antiguo, piensa en las ventajas del ferrocarril. Encuentra muy lento el antiguo carruaje, y, por regla general, desea la posta siguiente. Mil veces he visto y cometido esta inocente bobería de desear la próxima aldea del camino, como si en la parada me aguardase la felicidad.
Después del relevo, como la felicidad no acude a la cita, se hace sentir el deseo de haber llegado al mismo término del viaje; y, cuando tal se ha conseguido, cuando se ha bajado definitivamente del carruaje, dibújase en el alma una impresión de tristeza.
Es que la esperanza, sea cual fuese, queda siempre burlada.
Queda burlada, aun cuando resulte excedida. Pues si se ve excedida en un sentido, por la brillantez exterior del espectáculo que se contempla, hállase engañada, en un sentido más importante, por la ausencia de la plenitud que se buscaba.
Las orillas del Rhin, las montañas de Suiza, pueden ser más bellas de lo que pensabas. Mas no pueden producir en ti lo que esperabas, si esperabas la plenitud y la satisfacción.
El hombre pasa la vida experimentando esos sentimientos y siempre ignorándolos.
Ningún viaje le muestra la realidad de las cosas. Y, sin embargo, cuando mira los esplendores de la naturaleza, tiene una mirada y una añoranza para la vivienda que ha abandonado, para la casa que es la del trabajo, para la casa donde, a menudo, en las horas de fatiga, deseó la partida; para la casa adonde con frecuencia, después de la partida, ha deseado el retorno. Y cuando vuelve, si no ha visto en su viaje más que las cosas visibles, no lo garantizo contra una impresión de tristeza. No será la que ha tenido, cuando ha llegado a tierra extranjera, será otra. No será más la del viaje, será la del retorno.
No salgo garante de que no le acometan deseos de partir nuevamente, a fin de ver otra cosa, ni de que, una vez que haya partido, no desee volver, a fin de encontrarse en su casa.

II

Sin ninguna duda, se engaña, pues siempre busca sin que jamás encuentre. Pero en el fondo de ese error, como en el fondo de todos los errores, habrá una verdad grande. Esta verdad es la doble necesidad que de la ley general resulta, la necesidad de satisfacer la alternativa universal, la necesidad de dilatarse y en seguida la de encentrarse; necesidad del flujo y del reflujo.

Deo gratias!


martes, 7 de abril de 2015

BALADA DE LAS DUDAS DEL LEGO






Era ya la tarde y estaban las nubes
perfiladas de rayos de sol,
cuando iba el buen lego, con su cantarillo,
por la veredica bendiciendo a Dios.

El misterio grave de la hora dorada,
lleno de agrio aroma de prados en flor,
se le entró en el alma, llenándola toda
con su turbación.

Se sintió pequeño, como aquel polvillo
donde iba posando su planta. . . Y pensó:
“¿Qué haré yo, granito de polvo en el mundo,
por ser grato a los ojos de Dios?”

Fray Andrés disciplina su cuerpo
sin tenerle piedad. Fray Zenón
atruena el convento cantando maitines
con hermosa voz.

Fray Tomás se pasa las horas inmóvil,
levantado en arrobos de amor,
y ni advierte las tres campanadas
con que la campana llama a colación. ..

Al lado de aquellos excelsos varones,
¿qué hará el buen leguito por ser grato a Dios?
Y con santa envidia murmuran sus labios:
“¡ Fray Andrés! ¡ Fray Tomás! ¡Fray Zenón!”

Y sus ojos, buscando respuesta
para aquellas dudas de su corazón,
se hunden en la tarde que muere,
sangrando los últimos rayos bermejos del sol.

Todo es paz y orden. Unos tordos vuelan
con pausados giros. Camina un pastor.
Gime una carreta. Corre un arroyuelo.

¡Todo deletrea como una oración!
¡La oración de las cosas sencillas
que obedecen humildes a Dios!

Y el buen lego descifra en su alma
la revelación
del arroyo, los prados, las flores,
las nubes, las hojas, las aves y el sol...

¡Todo cumple su fin mansamente!
¡Todo sigue un mandato de amor!
¡El llano lo mismo que el pico empinado,
que no está por eso más cerca de Dios!

Y el buen frailecito siente que en el alma
se le ha entrado un rayo, muy claro, de sol.

De pronto, recuerda que es tarde y ya es hora
de limpiar los platos de la colación.

Y apretando el paso, con simple alegría,
corre que te corre. .. ¿Qué más oración
que el ir mansamente por la veredica,
con el cantarillo, bendiciendo a Dios?


José María Pemán


viernes, 3 de abril de 2015

JESÚS SE ABRAZA CON LA CRUZ




Acércate, Bienamada,
la de los brazos abiertos.
A ti corro enamorado
con un ciclón de deseos.
Tengo sed de tu regazo
para morir en silencio.
Amada, la presentida
desde los montes eternos,
la elegida por el Padre
para el Varón Unigénito,
eres morena de sol
y tienes olor a cedro;
yo pondré sobre tus hombros
el lino en flor de mi cuerpo
y un rojo manto prendido
con cinco rosas de fuego:
¡divino traje de bodas
en el abrazo supremo!
Ven a mis brazos, Amada,
la de los brazos abiertos.
Bajo la noche del odio
iremos por el sendero
relampagueante de gritos
y enraizado de tropiezos:
¡que el amor siempre camina
por sendas de sufrimiento!
Cuando estemos en la cumbre
unidos los dos y quietos,
en holocausto humeante,
transverberados de fuego,
una nueva epifanía
alumbrará tierra y cielo.
Serás llamada Señora
y Madre de muchos pueblos.
Vendrán a ti con sus dones
los reyes del mundo entero.
Con tus brazos extendidos
serás rosa de los vientos
que conduzca caminantes
a mi Corazón abierto.
Los que a Mí quieran venir
tendrán que amarte primero...

Salgamos ya, Bienamada,
la de los brazos abiertos.


Romancero de la Vía Dolorosa, 2a estación.
P. Benjamín Sánchez Espinoza


martes, 31 de marzo de 2015

SALUTACION DE CRISTO A LA CRUZ EN EL CALVARIO





“Ven, estandarte de inmortal memoria,
Que has de triunfar del espantoso infierno,
Y, siempre digno de alabanza y gloria,
Fundarás en la Iglesia mi gobierno.
Y en el final juicio, con victoria
Universal y resplandor eterno,
Lucirás, y entre nobles compañías
De ilustres santos y en perpetuos días...

Árbol de vida y árbol de la ciencia
Del mismo bien, y palma victoriosa
De donde cogerá con más prudencia
Que Eva el fruto de amor, mi bella esposa,
Ven, que en ti mi suave providencia
Sombra le ha de hacer maravillosa,
Para que ya descanse, ya se aliente,
Hasta que a verme suba claramente.

Ven, ¡oh sagrada cruz! dame tus brazos,
Que yo te doy con caridad los míos,
Y te regalo con estrechos lazos,
Para mí fuertes, para el hombre píos;
Y si a tu amor no bastan mis abrazos,
Yo te prometo de mi sangre ríos,
Con que lavada y bella y dulce quedes,
Y rica al fin para ofrecer mercedes.

Ven, que en ti hallarán los pecadores
De infinita piedad la fuente abierta,
Y de gracia, dulzuras y favores
Los justos franca la dichosa puerta.
Salud el mundo, el cielo resplandores,
Su triunfo Dios, su vida el hombre cierta;
“Ven, cruz, y vamos”. Dijo, y recibióla
Con un beso de paz y levantóla.

De “La Cristiada”.

Fr. DIEGO DE HOJEDA (español, 1571-1665)