“Me gozo en las obras de tus manos”

Salmo 91, 5.

sábado, 1 de febrero de 2014

Confía.



TECNICA O ESPIRITU – MONS. TIHAMER TOTH




Segunda Parte Génesis I, 26-28 – “VENGA A NOS EL TU REINO”, CAP. IX

Hay una contradicción misteriosa en la vida del hom­bre, que le atenacea. Cada vez que ha intentado per­feccionar su existencia terrena, sólo consiguió, al final, perjudicarla y empobrecerla. Cada uno de los descubri­mientos, cada uno de los inventos, en materia mecánica o financiera, se convierte, a la postre, en un nuevo obstáculo, en una nueva cadena, en un nuevo motivo de inquietud. Cada deseo satisfecho, crea nuevas nece­sidades.
Hemos alcanzado mayor precisión en nuestros cálcu­los. Hemos ahondado en las investigaciones científicas, y simultáneamente, nos tornamos detallistas, presun­tuosos e incapaces de alcanzar pensamientos de alto vuelo.
El hombre moderno es un millonario en el campo de la ciencia; y un miserable en el terreno de la sabi­duría. Posee la técnica, carece de moral. Está sepultado en telas lujosas, no conoce la felicidad. Vive en el con­fort, se desespera en la intranquilidad. Los pueblos apar­tados, son vecinos en la distancia; se alejan e ignoran en el espíritu.
Una vez más se cumple la tragedia de Prometeo. Apa­rece en la mitología como iniciando la primera civiliza­ción, después de haber robado fuego del cielo. Porque carecía de una elemental delicadeza, porque era despia­dado, sus mejores deseos se frustraron, y clavado en el Cáucaso por orden de Júpiter, vio su hígado devorado por los buitres.
Dios ha permitido al hombre, más aún le ha enco­mendado, el dominio de los elementos. Pero error fatal es envanecerse de ello. Nunca debiéramos olvidar que la conducción de las fuerzas naturales, sólo importa por parte del hombre su administración, ya que su dueño es solamente Dios.
A veces lo olvidamos, y entonces el torrente avasa­llador que se desprende de una montaña, los vómitos de lava de un volcán, las aguas que se agitan en furiosa inundación, el rayo que zigzaguea en el cielo y fulmina cuanto nos rodea, el terremoto que hunde la tierra bajo nuestros pies, nos vuelve a la realidad. Los ataúdes de millares de víctimas, nos recuerdan otra vez, que no poseemos la tierra, que sólo la habitamos por la gene­rosidad de su único y verdadero dueño absoluto.
Son reflexiones que tratamos en el capítulo anterior, y que continuaremos en éste. El reino del hombre, des­prendido del reino de Dios, carece de valor.
Vamos a considerar estos tres asuntos.
I. — Nuestra credulidad en la suficiencia de la técnica.
II. — Errónea identificación de la técnica con la cul­tura.
III. — El espíritu de la cultura, radica en la cultura del espíritu.

I

NUESTRA CREDULIDAD EN LA SUFICIENCIA DE LA TECNICA

Miscelánea


 Abbot Fuller

 Henry Edward Tozer

  Abbot Fuller

Henry Edward Tozer

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 Gyula Zorkoczy

Morgan Westling