HIMNO DE COMPLETAS
(Contemplación)
Ya acalla su susurro la colmena.
Ya la última abeja
se echa a dormir sobre el panal de oro.
Tras su jornada plena
de fatigas sin queja
y de trabajo en coro,
emprende el vuelo hacia la flor serena
del sueño; y a él se deja
en quieta libación de su tesoro.
Se acomoda la tórtola en su rama.
Mientras la luz se oculta
después que el sol se ha puesto,
en la altura del pino arma su cama
y su plumón abulta
contra un horcón enhiesto,
doblando su cabeza bajo el ala.
Pitipía un chingolo en el follaje.
Despierto entre dos luces
y a punto de quedarse ya dormido,
paga, camino al sueño, su peaje,
antes de irse de bruces
sobre el tibio reclamo de su nido.
Pía ave. Pío himno de completas
que aún no se da, a su sueño, por vencido.
En intervalos, lento, compagina,
sus tonadas discretas.
Y le arrulla la mar en el oído
su lejano, final “Salve Regina”
pautado con recónditas, secretas,
gregorianas cadencias que ha aprendido
de esta nocturna paz benedictina.
P. Horacio Bojorge
(Contemplación)
Ya acalla su susurro la colmena.
Ya la última abeja
se echa a dormir sobre el panal de oro.
Tras su jornada plena
de fatigas sin queja
y de trabajo en coro,
emprende el vuelo hacia la flor serena
del sueño; y a él se deja
en quieta libación de su tesoro.
Se acomoda la tórtola en su rama.
Mientras la luz se oculta
después que el sol se ha puesto,
en la altura del pino arma su cama
y su plumón abulta
contra un horcón enhiesto,
doblando su cabeza bajo el ala.
Pitipía un chingolo en el follaje.
Despierto entre dos luces
y a punto de quedarse ya dormido,
paga, camino al sueño, su peaje,
antes de irse de bruces
sobre el tibio reclamo de su nido.
Pía ave. Pío himno de completas
que aún no se da, a su sueño, por vencido.
En intervalos, lento, compagina,
sus tonadas discretas.
Y le arrulla la mar en el oído
su lejano, final “Salve Regina”
pautado con recónditas, secretas,
gregorianas cadencias que ha aprendido
de esta nocturna paz benedictina.
P. Horacio Bojorge