“Me gozo en las obras de tus manos”

Salmo 91, 5.

sábado, 6 de febrero de 2010

BOSQUE


“Había tal solemnidad en el bosque que imaginaciones grandiosas y bellas se apoderaban por sí solas del sensible paseante. ¡Qué feliz me hacían el dulce silencio y la tranquilidad del bosque! De vez en cuando, algún débil ruido del exterior penetraba en la amable soledad y atractiva oscuridad, por ejemplo un golpe, un silbido o un rumor cuyo lejano eco aumentaba aún más la falta de rumores reinante, que yo respiraba a placer y cuyo efecto bebía y sorbía en toda regla. Aquí y allá, en medio de toda esa quietud y toda esa calma, un pájaro dejaba oír su alegre voz desde su atractivo y sagrado escondite. Yo me detenía y escuchaba, y de repente se apoderó de mí un inefable sentimiento del mundo y una sensación de gratitud, unida a él, que brotaba del alma con violencia. Los abetos se alzaban rectos como columnas, y nada se movía lo más mínimo en el amplio y delicado bosque, por el que toda clase de inaudibles voces parecían cruzar y resonar. Los sonidos del mundo primitivo llegaron, no sé de dónde, hasta mi oído”.

Robert Walser – El paseo