De la desierta y árida llanura
en la vasta extensión triste y callada,
apenas si el perfil de una lomada
corta el paisaje en afligente altura.
Largos macizos de espectral figura
custodian la quietud jamás turbada
de la estéril salina condenada
al silencio mortal de su blancura.
A las veces, también, con rudo brío
lame y asalta la incipiente cuesta
el derrame benéfico de un río.
Después, devoto de sus dioses lares,
el pueblo oficia patriarcal sus siesta
al frescor de los bosques seculares.
Diego Fernández Espiro
en la vasta extensión triste y callada,
apenas si el perfil de una lomada
corta el paisaje en afligente altura.
Largos macizos de espectral figura
custodian la quietud jamás turbada
de la estéril salina condenada
al silencio mortal de su blancura.
A las veces, también, con rudo brío
lame y asalta la incipiente cuesta
el derrame benéfico de un río.
Después, devoto de sus dioses lares,
el pueblo oficia patriarcal sus siesta
al frescor de los bosques seculares.
Diego Fernández Espiro