Sobre los fresnos reposados del invierno
un ave pasa
sin el acoso de su sombra
inclemente;
las hojas de este árbol
caen anunciadas
por el agónico dorado
que no miente;
y el silbo de un lejano tren
dibuja un horizonte
sobre mi muda empalizada
detrás de la cual
nunca más
he de verte.
El viento helado se llevó
los ojos que te había destinado,
y como un pájaro del aire
mi corazón
ha renunciado
a buscar el calor de un nido
entre tus ramas
displicentes.
Más allá de las nubes del verano
como he venido,
con alas de este tormento
me he alejado,
como caen las hojas del fresno,
sin hacer ruido.
F. M.