“Me gozo en las obras de tus manos”

Salmo 91, 5.

jueves, 11 de febrero de 2010

LOS BOSQUES


“Los bosques muy rara vez son lúgubres. Nuestras almas tienen que estar ya invadidas por la lobreguez para recibir una impresión triste del bosque. Y lo que ni siquiera la lluvia persistente logra tornar lóbrego, es precisamente el bosque, o bien lobreguece absolutamente todo. Al atardecer, ¡qué magníficos son en ese momento los bosques! ¡Cuando por encima del verde oscuro de los árboles y praderas boscosas se ciernen las nubes de un rojo alto y un rojo profundo y el azul del cielo es de una profundidad tan peculiar! Soñar es entonces para el que contempla y el que llega, algo preestablecido desde hace mucho. Entonces el hombre ya nada encuentra hermoso, porque es demasiado hermoso para sus sentidos. Impotente y conmovido como está, más bien se deja entonces mirar por lo profundamente hermoso, que contemplarlo él mismo. Mirar es entonces un rol invertido, intercambiado. Pero mayor magnificencia muestran aun los bosques de mañana muy temprano, mucho antes que llegue el sol, cuando en el espacio todo es noche todavía, y sólo una luz tenue e inerte cae de lo alto, no luz propiamente, sino pura oscuridad, cansada e inánime. El bosque habla entonces un lenguaje sin sonido, sin respiración, sin forma, y todo es dulce y fría incomprensión.
Naturalmente, en verano los bosques son más hermosos, porque no les falta nada de todo el ornamento opulento e impetuoso. El otoño otorga a los bosques una atracción última, breve pero indescriptiblemente bella. El invierno, finalmente, no es por cierto propicio para los bosques, pero aun los bosques invernales conservan algo de hermosura. ¿Es que existe algo en la naturaleza que no sea hermoso?”.

Robert Walser – La composiciones de Fritz Kocher