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“Ante vuestra mesa de trabajo y en la soledad en que Dios habla al corazón, deberíais escuchar como escucha el niño y escribir como el niño habla. El niño es sencillo y despejado, porque no tiene aun voluntad propia, criterio, deseos ficticios, pasiones. A su inocente confianza y a su palabra abierta se une un poderoso interés. Un hombre maduro y lleno de experiencia que supera sin embargo conservar ese candor sería un hermoso receptáculo de la verdad y su voz resonaría en lo íntimo de las almas”.
A. D. Sertillanges
A. D. Sertillanges