su faz de moneda nueva.
Sobre el trigal amarillo
hay parpadear de candelas.
Los pinos son misteriosos
en esta noche tan clara,
y hasta el ladrar de los perros
trae emoción a mi alma.
Junto al pozo, que está en ruinas,
florece una madreselva.
En la polea gastada
un joven gajo se enreda.
Y no se escucha un murmullo
ni se oye un rumor de agua,
¡parece que el ruido duerme
o que el silencio soñara!
Pasa un muchacho cargado
con un haz de alfalfa tierna.
¡Hasta el alma se me filtra
este buen olor a hierba!
Y es tan serena la noche
y es tan intensa la calma,
que se adormece mi angustia
y se evaporan mis lágrimas.
Juana de Ibarbourou