“Me gozo en las obras de tus manos”

Salmo 91, 5.

jueves, 17 de diciembre de 2009

LOS JUGUETES



Mi niñito que mira con ojos pensativos
y que se mueve y habla pausado y discretísimo
siete veces mi ley, con todo, ha trasgredido.
Lo he castigado áspero,
y un beso le he negado:
su madre, tan paciente, hace tiempo que ha muerto.
Pensando que esa pena el sueño intranquiliza,
lo visité en su lecho,
pero vi que dormía,
con los párpados bajos y aún humedecidos
en llanto cristalino.
En tanto lo besaba,
sobre su propio llanto dejé caer mis lágrimas.
Ahí en su cabecera,
él había puesto, cerca,
una caja de fichas y una piedra veteada,
un pedazo de vidrio recogido en la arena,
y seis o siete valvas,
un frasco con campánulas,
y dos sueldos franceses, con esmero dispuestos,
para atenuar en algo su tierno desconsuelo.
Así, ya en la alta noche, cuando alcé mi oración,
lloré y le dije a Dios:
¡Ah! Cuando al fin durmamos con el aliento quedo,
y ya no te irritemos, en la muerte serenos,
y cuando Tú recuerdes con qué pobres juguetes
hicimos en la tierra nuestras dichas más fuertes,
y lo muy débilmente que aquí hemos cumplido
tu gran mandato caritativo,
entonces, con no menos paternal tolerancia
que la que muestro ahora yo que soy sólo barro,
depón toda Tu cólera, y dinos soberano:
“Siento piedad infinita por vuestras chiquilladas”.

Coventry Patmore

(Traducción de Ángel J. Battistessa)