Navega en tu mirada la dulzura,
y mis manos, inquietas en su anhelo,
son dos palomas que tras corto vuelo
se desmayan de amor en tu cintura.
Ya tu vientre crecido, -mies futura-
ha puesto entre paréntesis el cielo,
y tiembla con su anuncio paralelo
tu racimo encendido de ternura.
Tal vez al darte en flor -¡dolor tan bello!-
guardes la cadenita que a tu cuello
cuelgas con un pequeño crucifijo...
Y al conjugarse el sueño tuyo y mío,
tu llanto será un gajo de rocío
en el feliz amanecer del hijo!
José María Plaza