El Ciprés como árbol típico de los Cementerios
El Ciprés por la indicación clara y palmaria de su eje imprime en el ánimo las ideas de severidad y de reposo, y señalando el cielo con su punta sirve de guía a las miradas para elevarse a la región de la luz en contraposición a la oscuridad de las tumbas. Su forma cónica, exenta de ramas esbeltas y elegantes, es grave, sin caer en la pesadez de la pirámide. Su color por ser verde y por ser negruzco, no menos que por ser perenne es el que mejor se aviene con la simbólica del colorido a que dejamos hecha referencia. Merced a estas cualidades ha sido siempre el árbol típico de los sepulcros, y no hay pueblo en la historia entre los que han poseído el ciprés que no le haya reconocido este carácter esencialmente funerario.
(...) Además de la simbólica del colorido, de la forma y de la permanencia, hay que atender pues a la representación que los vegetales pueden traer a la mente por causa de sus exhalaciones aromáticas.
En este punto queda siempre algo más vago y más convencional que en las demás manifestaciones del simbolismo; sin embargo, no es difícil observar que se aviene perfectamente con la vecindad de los sepulcros la fragancia que se desprende de ciertas yerbas o bien del ramaje de algunos árboles, y que esta fragancia, al revés de lo que sucede con el olor de ciertas flores, no lleva consigo excitaciones especiales del olfato, ni expone en consecuencia a recuerdos de la vida social relacionados con la agitación y con la lucha.
Tomando por apoyo este principio se ha notado que el ciprés reúne a las demás cualidades un olor característico que armoniza con su destino fúnebre. Es suavísima la fragancia que se exhala del ciprés, y San Bernardo, siempre poético en sus conceptos, la comparaba en el mundo moral, con la buena reputación del hombre contemplativo.
Celestino Barallat y Falguera – Principios de botánica funeraria,1885. Editorial Alta Fulla, Barcelona, 1984.
El Ciprés por la indicación clara y palmaria de su eje imprime en el ánimo las ideas de severidad y de reposo, y señalando el cielo con su punta sirve de guía a las miradas para elevarse a la región de la luz en contraposición a la oscuridad de las tumbas. Su forma cónica, exenta de ramas esbeltas y elegantes, es grave, sin caer en la pesadez de la pirámide. Su color por ser verde y por ser negruzco, no menos que por ser perenne es el que mejor se aviene con la simbólica del colorido a que dejamos hecha referencia. Merced a estas cualidades ha sido siempre el árbol típico de los sepulcros, y no hay pueblo en la historia entre los que han poseído el ciprés que no le haya reconocido este carácter esencialmente funerario.
(...) Además de la simbólica del colorido, de la forma y de la permanencia, hay que atender pues a la representación que los vegetales pueden traer a la mente por causa de sus exhalaciones aromáticas.
En este punto queda siempre algo más vago y más convencional que en las demás manifestaciones del simbolismo; sin embargo, no es difícil observar que se aviene perfectamente con la vecindad de los sepulcros la fragancia que se desprende de ciertas yerbas o bien del ramaje de algunos árboles, y que esta fragancia, al revés de lo que sucede con el olor de ciertas flores, no lleva consigo excitaciones especiales del olfato, ni expone en consecuencia a recuerdos de la vida social relacionados con la agitación y con la lucha.
Tomando por apoyo este principio se ha notado que el ciprés reúne a las demás cualidades un olor característico que armoniza con su destino fúnebre. Es suavísima la fragancia que se exhala del ciprés, y San Bernardo, siempre poético en sus conceptos, la comparaba en el mundo moral, con la buena reputación del hombre contemplativo.
Celestino Barallat y Falguera – Principios de botánica funeraria,1885. Editorial Alta Fulla, Barcelona, 1984.