Las aves del cielo
descansan amables,
sin saber del miedo,
cantando inefables.
Viven en árboles
sacados de un cuento
con ramas gigantes,
hojas como el viento.
Su canto es anhelo
de alabanza afable,
alegre su cielo,
el tiempo un detalle.
Lejos del murmullo
de voces pedantes,
ofrecen su arrullo
cual simples infantes.
Abajo escucho
cerrando los ojos,
no les pido mucho:
libarme de abrojos,
sentir el consuelo
que hombres no tienen,
las aves del cielo
de Dios me lo obtienen.
F. M.