MARGARITÆ SORORI
Una tardía alondra en el cielo tranquilo
gorjea, y del poniente,
donde el sol, concluida su tarea diaria,
se demora gozoso,
cae sobre la ciudad, vieja y grisácea,
un aura luminosa y serena,
una radiante paz.
El humo asciende
en bruma rosa y oro. Sus espirales
destellan y varían. En el valle
se alzan las sombras. Aún canta la alondra.
Dada su bendición,
el sol se hunde, y el aire oscurecido
tiembla al sentir el triunfo de la noche:
la noche, con su séquito de estrellas
y su gran don del sueño.
¡Sea así mi partida!
Cumplido mi trabajo al fin de la jornada,
cobrado mi salario y cantando en mi pecho
una alondra tardía,
permitid que me acoja al ocaso tranquilo,
el crepúsculo espléndido y sereno,
la Muerte.
William Ernest Henley
(Traducción de Santiago R. Santerbás)
Una tardía alondra en el cielo tranquilo
gorjea, y del poniente,
donde el sol, concluida su tarea diaria,
se demora gozoso,
cae sobre la ciudad, vieja y grisácea,
un aura luminosa y serena,
una radiante paz.
El humo asciende
en bruma rosa y oro. Sus espirales
destellan y varían. En el valle
se alzan las sombras. Aún canta la alondra.
Dada su bendición,
el sol se hunde, y el aire oscurecido
tiembla al sentir el triunfo de la noche:
la noche, con su séquito de estrellas
y su gran don del sueño.
¡Sea así mi partida!
Cumplido mi trabajo al fin de la jornada,
cobrado mi salario y cantando en mi pecho
una alondra tardía,
permitid que me acoja al ocaso tranquilo,
el crepúsculo espléndido y sereno,
la Muerte.
William Ernest Henley
(Traducción de Santiago R. Santerbás)